miércoles, 2 de abril de 2014

IRRIGACION Y ESPACIO EN UN PUEBLO MEXICANO

Reflexiones de un pasado prehispánico
JAN A.J. KARREMANS
(Traducción libre de Manuel Sánchez Cruz, Manuel Sánchez Ramírez y Raúl Martínez Vázquez)

Izúcar de Matamoros presenta a los muchos forasteros que pasan por ella en su camino a los centros turísticos de Oaxaca, Chiapas o Yucatán, una imagen típica de una aculturada, más o menos moderna y muy cristiana, comunidad mestiza (1). Ni siquiera suficiente pintoresca para ameritar una visita prolongada. No es un lugar que un Antropólogo Mexicano, culturalmente educado, podría escoger para un trabajo de campo, pues la pobreza a simple vista, huelgas o actividades políticas la marcan como no interesante para el científico social “aplicado”. La mayoría de los pueblos y aldeas del campo mexicano comparten muchos aspectos de su cultura con un pueblo como el de Izúcar, pero permanecemos graciosamente ignorantes a los finos detalles de su existencia. Hay dos razones para este estado del problema. En primer lugar una tendencia existe entre los antropólogos culturales que estudian México a buscar el tiempo y de nuevo la compañía del indígena popular. Son considerados el único grupo exótico suficiente para garantizar una investigación de sus hábitos y costumbres. En segundo lugar esos pocos que si estudian una comunidad mestiza, muy a menudo lo hacen a un nivel más regional, restringiéndose ellos mismos a estudiar los aspectos políticos y socioeconómicos: pobreza, opresión o explotación son los temas principales. La religión, por ejemplo, es relegada si no considerada superflua. Hay unas pocas excepciones a esta situación, principalmente desde la primera mitad de este siglo (y tratando solamente en parte con las comunidades mestizas). En 1973 un estudio sobre el pueblo de Cholula apareció para investigar seriamente cosas de religión y administración tradicional, pero la falta de detalles comparado con los “estudios indígenas” es indignante (2).

Como consecuencia de este problema nuestro conocimiento del campo mexicano es muy escaso. Este artículo, es entonces, para mostrar las posibilidades de un acercamiento diferente. Más específicamente, trataremos de demostrar como la religión permea los dominios de los espacios políticos y agrícolas de la cultura de Izúcar de Matamoros. Mas allá de demostrar que sobre un nivel estructural estos varios dominios que son herederos de una tradición típica Mesoamericana.

Izúcar de Matamoros
El pueblo de Izúcar, con apenas 60,000 habitantes está situado en la parte centro oeste del estado de Puebla, sobre el filo de un caluroso pero fértil valle cruzado por varios ríos. La irrigación por canales hace posible dos o tres cosechas al año. Aparte de las principales siembras de maíz y caña de azúcar, una larga variedad de frutas típicas y otros productos tales como, arroz, son sembrados. En las partes del valle que no son irrigadas la tierra naturalmente es menos productiva. Pero las lluvias que caen de a mediados de mayo hasta mediados de octubre son usualmente suficientes para una seca temporada por año, consistiendo usualmente en maíz o frijol. Izúcar es el principal pueblo de una gran región del estado de Puebla. Organizaciones educativas y eclesiásticas son concentradas allí, y el hecho de convergen sobre los caminos a varias importantes partes del sureste mexicano, de allí que el comercio es una de sus mayores actividades. Ya en tiempos precolombinos fue un importatante centro urbano y un lugar donde los comerciantes aztecas recibían hospitalidad en su camino a las distantes partes de Mesoamérica. No es sorpresa que dentro de una década después de la conquista militar de México por los españoles, la Orden Dominicana construyo un monasterio en Izúcar para empezar la conquista espiritual en estas partes del país. En estos días no es muy común escuchar una lengua indígena en Izúcar, aparte de lo hablado por los pocos indígenas que vienen al pueblo, algunas veces por la perdida violenta, de tierra y trabajo en sus comunidades nativas. El mercado semanal el día lunes (no un día usual como el domingo, esto mismo es signo de importancia del pueblo) acapara vendedores y clientes de muchos pueblos, aldeas de esta parte del estado y de los estados vecinos de Morelos, Guerrero y Oaxaca. Un viajero puede descansar en uno de los muchos hoteles, ir al cinema y después disfrutar de diferentes burdeles. En conclusión, no hay razón para sospechar mucho del pasado precolombino al estar presente en este pueblo próspero. Pero debajo de la superficie se desenreda otro Izúcar. Un Izúcar que tiene una tradición que no solamente nos recuerda las culturas de la preconquista, sino que también contradice a esos investigadores quienes encuentran poco de importancia en comunidades labriegas fuera de la esfera de lo económico.

Divisiones espaciales
En un nivel espacial podemos distinguir en Izúcar varias divisiones, dos de las cuales trataremos en este texto: el centro con las partes externas del pueblo, barrios donde mayormente los labriegos viven; y en segundo lugar los siete barrios orientales y los siete occidentales (véase el mapa de acompañamiento). Estas distinciones son marcadas no solo físicamente por su localización, tipo de casa o vestido si no aun más en el ritual y en las varias formas de administración local. Como vemos la organización espacial está apenas relacionada con el comportamiento religioso y agrícola y también con la organización del tiempo. Para cualquiera que este familiarizado con las culturas Mesoamericanas la fusión del tiempo y espacio no es un tema común.
Representación esquemática de Izúcar de Matamoros. El nombre de cada iglesia es el mismo de todo el barrio; los números se refieren al orden de cada barrio en el sistema de irrigación. Las seis iglesias del centro no tienen número ya que no participan de este sistema.
La relación entre la parte central del pueblo y los barrios es muy a menudo antagónica. En actividad religiosa, intereses políticos, ocupaciones, niveles de educación, ingresos, y aun el vestir, la diferencia entre los dos grupos es bien marcada, no solamente por el observador fuereño si no también por los mismos miembros de ambos grupos. Aquellos del centro tienen un sentido de superioridad, el mismo que por ejemplo se muestran cuando están hablando acerca de un habitante de los barrios. Ellos entonces muy a menudo usan el termino barrieco (literalmente: persona que vive en el barrio), que tiene un fuerte significado despreciativo. En tiempos coloniales los españoles, mestizos y algunos negros e indios habitaron en el centro mientras que los barrios fueron exclusivamente indígenas. Una situación que fue impuesta y reforzada con medidas legales. El resultado de esta forma de planeamiento urbano sobre el presente día en Izúcar es interesante. En este texto nos concentramos en otra forma de organización espacial, la encontrada en los dos grupos de barrios (3).

Los barrios y su sistema de irrigación.
En el centro del pueblo, flanqueando el rio, los dominicos una vez construyeron el convento de Santo Domingo. Durante la colonia esta sirvió como parroquia de los indígenas, mientras la iglesia de Santa María era el centro espiritual de la gente de razón como eran los españoles y más tarde los llamados mestizos por ellos mismos. La Iglesia del ex convento aun funciona como la iglesia comunal de los barrios donde ellos establecen su punto de celebraciones. Cada uno de los catorce barrios también tiene su propia iglesia, el Santo Patrón ha prestado su nombre a todo el barrio. La gente que vive en cada uno de los barrios se siente obligada a este particular patrón para su prosperidad pero aun más para el bienestar de toda la comunidad. El sentimiento de pertenecer a un cierto barrio es muy fuerte y el orgullo de los miembros, por ejemplo sobre un particular adorno de su iglesia o santo patrón, en la ocasión de una fiesta religiosa, de las cuales hay unas pocas cada año. El mantenimiento del edificio de la iglesia es solamente un arreglo del barrio mismo, que también tiene que proveer la mayoría de parafernalia del cura que vive en el centro y que usa durante la misa.

Como una regla, cualquiera que viva en un cierto barrio es considerado un miembro de el, y una contribución a la exitosa empresa de un objetivo común, ya sea en efectivo o con trabajo, es mas o menos lo esperado. Las mujeres mas a menudo que los hombres pueden tener una lealtad a los dos barrios (en caso de que ellos se casen fuera de su propio barrio) como resultado de residencia patrilocal después del casamiento. Ellas podrían retener un sentimiento especial por el patrón del barrio en que nacieron, y servirán al santo en el barrio de su esposo.

Ordinariamente no hay una obligación estricta para proveer con las contribuciones mencionadas, salvo en el caso de un grupo muy especial de los miembros del barrio. Estos hombres, y algunas veces mujeres cuando ningún hombre en la familia es considerado viejo o de experiencia suficiente para ser la cabeza, son llamados usuarios o sirvientes. El primer término se refiere al hombre como un agricultor haciendo uso del agua a través de los canales del sistema de irrigación. El segundo termino se refiere a su rol como un miembro de la comunidad del barrio, que es a decir su obligación a servir al santo patrón en intercambio al agua de por vida. Dependiendo de la situación se hablará de cualquiera de los dos términos.

El número de usuarios por barrio es fijo, y ellos podrían aun referirse a ellos mismos cuando estén siendo discutidas cosas de irrigación, como los números. Tres barrios tienen la medida normal con 32 usuarios, uno es llamado barrio y medio y tiene 48 usuarios. Finalmente hay tres medios barrios con solamente 16 usuarios. Los primeros cuatro son llamados los grandes barrios, los otros tres los pequeños barrios. Los usuarios son las únicas personas en Izúcar con un titulo de irrigación del agua, heredado del padre al hijo mayor (4).

Fuera de este grupo de usuarios, cada barrio escoge su mayordomo (custodio de un santo en particular) del santo patrón. Esta es la tarea comunal más prestigiosa, así como los preparativos y cuidado de la fiesta anual del santo patrón, para hacerla celebrar con mucho esplendor como el mayordomo la pueda financiar. Cada barrio también seleccionará un usuario a ser su representante en la llamada Junta de Aguas de los Barrios Occidentales, la cual es junta de las aguas de los barrios occidentales que está hecha solamente de representantes de los siete barrios occidentales. Algunos miembros de la junta están activos diariamente con la distribución del agua y el manejo de quejas y preguntas.

Los conflictos con otros grupos en el sistema completo de irrigación, por ejemplo con los barrios orientales u otros pueblos, pueden ser llevados a las autoridades en la capital del estado. Los conflictos internos, y preferiblemente también aquellos con el bando oriental son tratados por la junta misma o en tratos o negociaciones con la junta de aguas de los barrios orientales. La mayoría de gente parece no estar disponible a gastar su tiempo y dinero en estas tareas. Específicamente el mayordomo se espera que gaste una buena cantidad de dinero en estas actividades, en camino a la celebración del santo y a la comunidad misma. Hay entonces un sistema de rotación que hace a cada usuario elegible a servir como mayordomo. Negarse a ello resultaría en la pérdida de sus derechos de irrigación de sus campos. “El agua es del santo patrón el provee al barrio de ella, entonces debemos servirle agradecimiento”. El barrio daría el titulo que se ha tomado de un usuario no cooperativo a otro de sus miembros. Si alguien tiene tierras pero sin titulo de agua (recordando que hay cierto número de títulos por barrio), el podría tratar de comprar el derecho a usar el agua de alguien que no la necesita. Esta podría ser una persona de otro barrio.

El comprador no adquiere algún titulo definitivo al agua, si no solamente el derecho a usarla por el periodo acordado. Esto podría ser desde un día a varios años, pero el vendedor de agua para irrigación sigue siendo responsable por el santo del barrio cuando llegue su turno. El grupo de cada barrio, entonces, es formado por esos hombres y sus familias, quienes participan en la agricultura y, como consecuencia de su derecho al agua, cumplen sus tareas religiosas. En orden para explicar las relaciones entre los barrios será necesario introducirse en algo mas detallado concerniente a la distribución del agua. El orden y la duración de la irrigación son fijos. El primero a recibir agua es el barrio de Santa Catarina, llamado la cabecera seguido por San Bernardino, La Asunción, La Magdalena, Santa Cruz Coatla, San Martin y finalmente Santa Cruz Tecoxco. Estos últimos tres son los llamados pequeños barrios, los primeros tres tienen 32 usuarios cada uno, y junto con la Magdalena (48 usuarios) son llamados los grandes barrios. La duración de la irrigación depende del número de personas que tienen titulo de agua en cada barrio. Cada uno tiene derecho a seis horas de agua cada vez que le toca su turno, independientemente de las dimensiones de sus tierras o la cosecha que haya sembrado. Un día es entonces dividido en cuatro partes iguales, como en tiempos precoloniales, empezando a las seis en punto de la mañana, cada parte es llamada un turno. Ya que cuatro personas tienen su turno en mismo momento, le sigue que 16 labriegos obtengan su agua cada día y noche. Un barrio como el de Santa Catarina entonces necesitara dos días y dos noches para satisfacer a sus 32 usuarios. Los pequeños barrios obtienen agua durante un día y una noche, mientras que La Magdalena recibe agua durante dos días y cuatro noches. El usuario que tiene un turno en el día obtendrá una vez cada once días sus seis horas de agua, un usuario con agua durante la noche obtendrá agua cada treceava noche. Entonces el ciclo total empieza un nuevo en el cientocuarentaycuatroavo día (11 x 13= 143 días).

Tiempo y espacio
El orden dado arriba de los barrios en el sistema de irrigación tiene su paralelo en varias actividades rituales. Considerando el importante simbolismo agrícola de la Cuaresma y la Pascua, daremos algunos ejemplos de estos periodos del calendario religioso.

En los primeros cinco viernes durante la Cuaresma uno de los siete barrios, cada vez uno diferente, se encargan de organizar varios rituales que en realidad pertenecen a la Semana Santa. De hecho en un corto periodo de tiempo toda la semana es escenificada. Los barrios vecinos visitan al que celebra, y juegan su papel en las procesiones. El primer viernes es celebrado por Santa Catarina, el segundo por San Bernardino, entonces viene La Asunción y La Magdalena, mientras Santa Cruz Coatla es responsable por el quinto viernes. Eso es exactamente el orden en cual estos barrios son irrigados. Durante la Semana Santa todos los barrios ponen un altar temporal pero altamente decorado en la iglesia comunal del barrio, la de Santo Domingo. Los barrios occidentales ponen el suyo a lo largo de pared occidental del templo, los barrios orientales a lo largo del muro contrario. De nuevo la misma secuencia prevalece. El primer altar temporal, cerca del altar mayor de la iglesia es puesto por Santa Catarina, el próximo San Bernardino, así subsecuentemente, hasta el último cerca de la entrada principal del templo, puesto por el barrio de Santa Cruz Tecoxco.

La responsabilidad para las celebraciones de la Semana Santa recae en un grupo de doce usuarios miembros de uno de los catorce barrios. Ellos representan a los barrios en cuestiones religiosas, a pesar de que su influencia es también notada en cosas de política. Cada año este grupo, llamado la Cofradía del Santísimo Sacramento, es seleccionado de un barrio diferente. El orden, que difícilmente puede ser una sorpresa, es el mismo descrito anteriormente para el sistema de irrigación. Por otra parte, la Cofradía va de unbarrio de la ribera oriental a un barrio de la ribera occidental, de regreso el próximo año va a un barrio oriental, etc. como se enlista enseguida: Santa Catarina, San Juan Coahuixtla, San Bernardino, Santo Tomas, La Asunción, Los Reyes, La Magdalena, Santiago Mihuacan, Santa Cruz Coatla, San Juan Piaxtla y entonces de nuevo, al barrio occidental de Santa Catarina. Estará claro que solamente cinco barrios de cada lado participan en este sistema de intercambio, los mismos que están obligados a celebrar uno de los cinco viernes durante la Cuaresma, y siguiendo el mismo orden. La Cofradía es un representativo de la comunidad de todos los barrios y juega un rol, junto con las dos juntas de agua, en la organización de acciones políticas conjuntas. El viejo convento podría en este caso servir como un punto de reunión.

Hemos vertido algo de luz sobre la relación entre irrigación y religión en un nivel temporal y espacial. Además, los barrios también muestran otras formas de organización espacial. No solamente son los siete barrios del lado occidental divididos en cuatro grandes barrios y tres pequeños, hay también una línea divisoria, formada por un camino, que los divide en cuatro barrios del norte y tres del sur. Sobre el lado oriental el resultado es un grupo de tres barrios del norte y cuatro del sur. Estos grupos muestran una tendencia al matrimonio endogámico y en la importante fiesta de Corpus Christi, un barrio representativo de cada uno de los cuatro cuadrantes pone un altar temporal afuera del templo en las esquinas correspondientes del atrio. El eje este-oeste además divide los barrios en dos grupos con una misma cantidad de usuarios: la parte norte tiene 2 x l6 + 2 x 32 usuarios y la otra mitad tiene 1 x 16 + 1 x 32 + 1 x 48 usuarios. Esto sirve a para reforzar la impresión de que el camino divisorio realmente funciona como un punto de referencia.

Como un ejemplo final de que tan importante la tendencia es para organizar la comunidad espacialmente, y como el número siete es por preferencia subdividido en tres y cuatro, lo siguiente nos servirá.

Tres de los siete barrios son conectados con un santo femenino: Santa Catarina, La Magdalena y la Asunción. Los otros cuatro tienen que ver con santos masculinos: San Bernardino, San Martin y los dos Santa Cruz, la sagrada cruz donde Jesucristo fue crucificado. Estos cuatro están dirigidos el este, mientras las iglesias femeninas esta orientadas hacia el oeste. Probablemente esto no es coincidencia si recordamos que en la cosmología precolombina esta fueron de hecho las direcciones cardinales de lo masculino y femenino respectivamente. Debe ser también recordado aquí que después de la conquista, los indígenas mismos fueron los constructores de nuevas capillas e iglesias, muy a menudo justo sobre las ruinas de los templos idólatras destruidos, lo cual explicaría la continuación de ciertas características precolombinas en edificios católicos. Estará claro de todo esto que los barrios están conectados a ciertos puntos en tiempo y espacio. Esencialmente el numero siete y sus partes constituyentes, los números tres y cuatro, han sido mostrados como juegan un rol en la organización del espacio (5). En el próximo párrafo mostraremos como otro número se refleja espacialmente.

El centro, en su relación con los barrios occidentales, nos provee con una forma interesante de organización temporal y espacial. Durante la mencionada Semana Santa, en la noche del Jueves Santo, miles de gentes de los barrios y el centro de Izúcar van a rezar enfrente de diferentes imágenes de Cristo en los templos, (todos los que tiene que ver con la Pasión) y de su Dolorosa Madre en siete diferentes iglesias: es la tan mencionada visita de los siete altares. Después de dejar algunas monedas, les es dado un pequeño cordón, pintado en colores diferentes en cada templo, que los ayudará en tiempos de enfermedades, especialmente de la garganta. Esto es una imagen del cordón que fue colocado en el cuello de Cristo. La gente usualmente lo usa alrededor de su cuello. Hay solamente seis iglesias en la parte central de la ciudad, entonces para completar la visita de siete altares los participantes van a la iglesia del barrio de Santa Cruz Tecoxco. Para esta ocasión es considerada como una iglesia del centro como las otras seis. Entonces podríamos decir que durante este periodo del año el centro tiene la misma cantidad de iglesias (y por lo tanto barrios) como los otros dos grupos que forman la comunidad de Izúcar: siete.

Aunque el número normal de iglesias en Izúcar podría no ser coincidente: en total son veinte. Este numero y sus múltiplos fueron de particular importancia antes de la conquista de México. Podríamos mencionar por ejemplo los 20 periodos de trece días, el mes de veinte días o aun que la capital azteca estuvo dividida en veinte barrios. Su importancia es atestiguada por su uso continuo en pueblos nativos, pero también en comunidades mestizas como Izúcar donde en el mercado muchos precios o la cantidad de artículos son dados en términos de veinte: 20 veinte pesos por una sandia o 75 pesos por veinte naranjas. Los siete mayordomos de los barrios occidentales deben tradicionalmente organizar un total de 20 fiestas religiosas cada año, a pesar en realidad de que ellos podrían dejar alguna fuera por falta de dinero o interés. Como una manifestación espacial de este numero encontramos que estos barrios son subdivididos en 40 manzanas (6).

Lo precedente podría ser un poco confuso en el sentido de que un asentamiento se compone de unidades pequeñas y es estructurado espacialmente por diferentes principios de orden. Un principio es la tendencia dualística que parece ser un rasgo recurrente en la organización espacial Mesoamericana (7). En Izúcar esto ocurre en diferentes niveles: Hay veinte unidades, dispuestas sobre dos lugares opuestos: centro y barrios. Los barrios, en su turno, están divididos en siete orientales y siete occidentales. Finalmente, los siete barrios occidentales están subdivididos en grupos de tres y cuatro, en varias maneras: el sur contra el norte, femenino contra masculino y pequeño contra grande.

Los Calpullalli
En la sección previa hemos visto como el tiempo agrícola y religioso (la irrigación y las ceremonias de Cuaresma) están relacionados uno al otro vía ciertos puntos en espacio, es decir los grupos localizados llamados barrios.

También hemos visto que ciertos números juegan un rol mayor en este orden, aun del centro en su relación a estos barrios. Nos hemos referido, en orden a reforzar nuestro argumento, al pasado precolombino de esta área. En los siguientes párrafos trataremos de indicar cual es exactamente la conexión con el pasado, en términos de espacio e irrigación.

Está claro por ahora que los barrios son las unidades básicas del sistema de irrigación. Las reglas que regulan este sistema son casi una completa reproducción de las reglas que gobernaron el sistema de los barrios comunales en las aldeas indígenas en el tiempo de la conquista, en los principios del siglo XVI. Uno podría concluir que el agua comunal debiera haber sido administrada en Izúcar en mucho de la misma manera como lo fue la tierra comunal. Mucho ha sido escrito sobre el tema de concesiones del manejo de tierra preespañola, especialmente la tierra comunal, pero no hay casi nada sobre los derechos del agua. Sobre bases de datos etnográficos recolectados en Izúcar durante algunos pocos años, esperamos llenar este espacio. Más particularmente, algunas de las preguntas planteadas por Palerm (1974:16) sobre el tema de propiedad del agua podrían tener aquí una respuesta tentativa.

El predecesor azteca del barrio moderno es el llamado calpulli (literalmente: la gran casa; en plural. calputin), término que aun en estos días sigue en uso en algunos lugares. Hay todavía un debate acerca de cuál fue el carácter preciso del calpulli, pero podríamos seguir de manera segura la descripción de van Zantwijk como siendo suficientemente general para cubrir si no todos, la mayoría los casos:

Como una regla los calpultin formaron unidades territoriales contiguas, habitadas por descendientes o afines de uno o más antepasados míticos o históricos. Ambos criterios el territorial y el de parentesco no siempre fueron aplicables. La obligación a un centro ceremonial particular es entonces la definición más general de pertenencia a un calpulli. (van Zantwijk 1977:154; cf. 1985:16-17, 82.

En Izúcar todos los tres criterios parecen jugar un rol, a pesar que ninguno de los tres es suficiente para considerar a alguien miembro de un barrio. Uno puede vivir fuera del barrio y aun así ser considerado un miembro activo. La tendencia endogámica enlazada con el bien conocido sistema del compadrazgo, tiende a hacer lo más posibles, pero ciertamente no a todos los miembros, parientes rituales. Desde que el barrio es personificado en su Santo Patrón es entendible que la persona quien un día vino vivir en el y quien consistentemente paga sus respetos a ese patrón, será considerado uno de sus miembros. Es también entendible que esas gentes que reciben de un barrio el derecho al uso de algo de su agua, se espera (con el castigo de de perder el agua si no lo hacen) que ellos cooperen para el Santo Patrón.

Regresemos atrás, al predecesor del barrio, el calpulli. De las muchas diferentes clases de propiedad de tierra una en particular ha recibido atención de los estudiosos del México prehispánico: la propiedad comunal, calpullalli (literalmente: tierra del calpulli). Esta tierra fue adueñada de tal manera que recuerda en alto grado la forma de propiedad del agua para irrigación en el Izúcar actual. Para hacer una comparación más fácil de las características del sistema calpullalli, que se distingue de otras formas de propiedad de tierra privada o comunal en el México Indígena, y las del sistema de irrigación se presentan las columnas correspondientes:

Calpullalli
Agua para irrigación
1. Tierra propiedad del calpulli
1 El agua es propiedad del barrio;
2. Calpulli administra el derecho
2 El barrio administra el derecho a usar el agua para irrigación;
3. El derecho es dado a un miembro del calpulli;
3 El cabeza de la familia recibe este derecho, preferiblemente alguien del barrio;
4. El derecho es heredado o regresado a las autoridades del calpulli;
4 El derecho es heredado, preferiblemente por un hijo o en custodia por una viuda;
5. Hay una obligación para trabajar la tierra, si no el calpulli quita el derecho y redistribuye la tierra;
5 No hay obligación para usar el agua por sí mismo, pero venderla no es apreciado;
6. La cosecha pertenece a quien la cultiva;
6 La cosecha le pertenece al usuario del agua;
7. Algunas porciones de la tierra fueron cultivadas comunalmente para pagar a las autoridades y las instituciones del calpulli;
7 Algunos turnos son reservados para el mayordomo del santo patrón o para la iglesia del barrio directamente;
8. Los miembros del calpulli contribuían a:
*trabajo en la tierra comunal,
*tributo en forma de productos y servicio personal para el señor,
*servicios religiosos y administrativos
8 Los usuarios cuidan de:
*Mantenimiento y limpieza de loscanales
*tareas políticas y religiosas obligatorias en el barrio como flores y velas para la iglesia. Si estasactividades no se realizan el barrio
podría quitar el derecho al agua.

De fuentes tempranas coloniales es sabido que el sistema de irrigación de Izúcar data desde antes de la llegada de los españoles, que capturaron el pueblo en septiembre de 1520 con la ayuda de aldeas indígenas vecinas. Del párrafo precedente se deduce que la forma en que el sistema trabaja, también viene desde un tiempo atrás. Podríamos entonces concluir:

  1. Hay una íntima relación en el nivel especial y temporal entre el sistema de barrios y el sistema de irrigación.
  2. Ambos sistemas tienen una estructura prehispánica.
  3. El sistema barrio encuentra su expresión en el comportamiento religioso.
  4. Estos tres aspectos están relacionados uno al otro en una manera directa: la relación entre barrios y religión existe por definición mientras la relación entre barrios e irrigación es directa en el sentido de que uno es dueño del otro. Para ponerlo en otras palabras: los barrios en Izúcar existen solamente como unidades distintas porque tienen su propia iglesia y porque tienen sus propios derechos al agua. Finalmente irrigación y religión están conectadas simplemente por el hecho de que el santo provee el agua, los usuarios son por consecuencia los titulares de los oficios religiosos.
  5. Por otra parte, las relaciones temporales y espaciales entre religión e irrigación van a ser encontradas meramente en el nivel del modelo indirecto; alguien podría decir: a través de los barrios como una categoría intermedia.

Observación final
La naturaleza del comportamiento religioso y pensando en Izúcar es, a un cierto punto prehispánico, lo cual no es esperado en una comunidad que es completamente mestiza. Como ha sido explicado, lo mismo aplica al sistema de barrios que al de irrigación. Todos los tres sistemas son expresiones de un mismo núcleo cultural subyacente, el cual hace las interrelaciones entre ellas posibles y a un cierto grado explica la naturaleza que las varias relaciones toman:
Casi no tenemos información cultural específica sobre la comunidad de Izúcar en los días en que era conocida como Itzocan, antes de la conquista. Asumiéndolo como parte de un campo de estudio antropológico (8), por ejemplo Mesoamérica, y por consecuencia extrapolando elementos de la llamada cultura Mesoamericana a la cultura de Izúcar en la víspera del arribo de los españoles, ha sido posible mostrar las conexiones de la comunidad actual con la Itzocan antigua.

NOTAS
  1. La investigación en la cual está basado este texto ha sido posible gracias a la Fundación Holandesa para los Avances de la Investigación Tropical (WOTRO).
  2. Guillermo Bonfil Batalla, 1973.
  3. Véase para un más completo análisis de la relación entre centro y barrios: Bonfil Batalla, 1973, pp. 277 ff.
  4. Hace dos décadas todo el sistema sobre lado oriental fue atacado por una agencia agraria gubernamental, con la ayuda de unas pocas gentes de los barrios orientales. Los usuarios de este lado se vieron ellos mismos forzados a alterar en muchas maneras el sistema de rotación de su agua. Como resultado de lo anterior la descripción dada en el texto no aplica en varios detalles a la situación en la cual los barrios orientales se encuentran ellos mismos hoy. Esto, de todas maneras, no cambia la relevancia de las conclusiones principales para ambos lados del rio.
  5. Hay muchos ejemplos del uso del número siete para divisiones territoriales y sociales. La capital de Imperio Azteca se formaba de 20 barrios, pero siete de estos fueron los originales. Al asistir con su señor en Texcoco los catorce jefes regionales estaban sentados a lo largo de las paredes opuestas en dos filas de siete. La capital tolteca Tula y las seis provincias interiores fueron conectadas con siete provincias del exterior (Zuidema 1965 : 114 -6). Redfield (1941: 69-70) y Lewis ( 1960: 50) encontraron una subdivisión de siete en dos grupos de tres y cuatro barrios en el pueblo de Tepoztlán. Para ejemplos más en concreto véase Nutini (1961:62 ff), Muller (1973:37), Piho (1975:297).
  6. El numero veinte, además de sus funciones en Izúcar, denota periodos de tiempo. Aunque este número también jugó un rol en la doctrina Cristiana, su continua ocurrencia en Izúcar y en otras partes de México se debe a la importancia dada a éste por muchas culturas Mesoamericanas. El uso español de ese número solamente sirvió para reforzar más la posición de este elemento. Véase para una discusión de este tema: Karremans, 1984 y 1985.
  7. Véase por ejemplo Kubler (1968:123 ff).
  8. El significado e historia del concepto “Trabajo de campo de estudio antropológico” y el concepto relacionado de “núcleo cultural” son tratados en algunos de los otros documentos en esta compilación, véase especialmente el articulo de de Ruijter. En algunas instancias el termino más antiguo “Trabajo de campo de estudio etnológico”, es usado con significado idéntico.
BIBLIOGRAFÍA
  • Bonfil, G. (1973) Cholula; la ciudad sagrada en la era industrial, México: Universidad Nacional Autónoma de México.
  • Karremans, J.A.J. (1984) ‘Kerstmis als drama op het Mexicaanse platteland. Deel 1: de etnografische gegevens’, Wampum 1, 2/3:89-99. --, (1985) ‘Kerstmis als drama op het Mexicaanse platteland. Deel 2: analyse’. Wampum 2, 1; 8394.
  • Kubler, G. (1968) ‘La traza colonial de Cholula’. Estudios de Historia Novohispana II; 111-127.
  • Lewis, O. (1960) Tepoztlan, Village in México, New York: Holt, Rinehart & Winston
  • Müller, F. (1973) ‘El origen de los barrios de Cholula’, Boletín del INAH, época II, 5; 35-42.
  • Palerm, A. (1974) ‘A manera de presentación’, in: T.Rojas, R.A. Strauss, J. Lameiras (eds), Nuevas noticias sobre las obras hidráulicas prehispánicas y coloniales en el Valle de México; 7-17, México; SEP/INAH.
  • Piho, V. (1975) ‘La confirmación de los señores de Calpan’, in:XIII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología: Antropología Física, Lingüística, Códices; 295-300, México.
  • Redfield, R. (1941) Tepoztlan, a Mexican Village. A Study of Folk Life, Chicago; The University of Chicago Press.
  • Zantwijk, R. van (1977) Handel en Wandel van de Azteken. De sociale geschiedenis van voor-Spaans Mexico, Assen/Amsterdam; Van Gorcum. --, (1985) The Aztec Arrangement, Norman; university of Oklahoma Press.
  • Zuidema, R.T. (1965) ‘American social systems and their mutual similarity’, Bijdragen tot de Taal, Land en Volkenkunde 121, 1;103-119.
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