El texto siguiente fue tomado del libro “Historias de la Red
de Bibliotecas Públicas del Estado de Puebla” en la primera edición publicada
en el año 2010; si bien el enfoque de este libro es describir el trabajo que
han venido realizando las bibliotecarias, también proporciona información
relevante sobre la fundación de cada biblioteca. Esta es la reproducción
completa del apartado correspondiente a la biblioteca Mariano Matamoros,
actualmente ubicada en el Palacio Municipal antiguo de Izúcar. A continuación
la transcripción:
Región Izúcar de Matamoros
Integrada por 34 bibliotecas públicas municipales
La primera biblioteca de Izúcar de Matamoros fue fundada en
el año 1966 por el Club de Leones con 2 mil volúmenes y tuvo su cede en la Casa
de Cultura de esa ciudad. María Teresa Ruvalcaba Bazán llega a esa biblioteca en
el año 1980. Impulsada por la necesidad imperiosa de sacar adelante a su
familia pero también por el gusto de leer, Tere aprendió a amar su trabajo y
con el tiempo fue imprimiéndole su sello principal. La simbiosis entre ella y
su trabajo se convirtió en una fuente infinita de entusiasmo para llevar a cabo
sus tareas y enfrentar la dificultades que se presentaban: ésta ha sido la
constante en sus labores de bibliotecaria y, sobre todo, en sus labores de
coordinadora de la región de Izúcar de Matamoros, componente de la red estatal.
Hoy, a sus 77 años, el entusiasmo, el amor por su trabajo y el buen humor
siguen siendo la marca personal de esta coordinadora regional que, inspirándose
en las personas que la rodean, se siente lista para librar nuevas batallas.
Se podría afirmar que Tere llega al mundo de las bibliotecas
casi por casualidad y seguramente por necesidad. “Entré en junio de 1980 cuando
estaba el señor Ramírez como presidente ¡pero fue de chiripa! Yo había quedado
viuda, había trabajado varios años en el ISSSTE pero como tenía 49 años en
ninguna secretaría me daban trabajo. Quedé viuda con tres hijos de 10, 13, y 17
años para sacar adelante. El detalle es que no quedé pensionada y sacar
adelante a tres niños estaba muy difícil. La persona que estaba atendiendo la
biblioteca era la nieta de un señor que había durado 16 años allí, ella ya no
podía hacerse cargo de la biblioteca por sus estudios y me pidió a mí que lo
hiciera, pero como ella aparecía en la nómina me propuso que fuéramos a mitad
de sueldo… Como a mí me urgía me dije ‘por qué no’. Así estuvimos como un año,
luego ella ya se iba a recibir de educadora, habló con el presidente y me dejó
de fijo. La verdad sí me gustó la oferta de trabajar, porque según mi idea,
aparte de que me ayudaría económicamente, yo me dije: ‘¡Ay, voy a leer mucho
porque hay muchos libros!’ pero el detalle es que es como la cocinera: ¡estás
haciendo de comer y no puedes comer porque tienes que servir a todo mundo! ¡Así
era acá, no tenía tiempo de ponerme a leer! Gracias al trabajo en la
biblioteca, ya me pude hacer cargo de la renta… luego ya encontraría para la
comida y la colegiatura. Mientras tanto, pude sacar adelante a los niños y por
eso quiero tanto a la biblioteca.
En esta historia que acaba de comenzar, la biblioteca
significó para Tere la salvación; ella decidió entonces retribuirle con creces,
no solamente desde su trabajo de bibliotecaria sino como flamante coordinadora
de la región de Izúcar de Matamoros. En efecto, en el año 1985 la vieja
biblioteca se unió a la Red Nacional de Bibliotecas y fue trasladada al tercer
piso del edificio de la presidencia municipal. Los 2 mil volúmenes fueron
donados a una escuela local y la Red la proveyó de 5 mil libros. No pasó mucho
tiempo para que esta historia de gratitud se convirtiera en una historia de
interés profundo y sincero por el crecimiento del otro: “Era bonito eso de ver
cómo se formaban las bibliotecas, era como ver una plantita crecer y uno sentía
satisfacción, gusto. Tenía un grupo de muchachitas bien trabajadoras [las
bibliotecarias de la región] y que les gustaba el trabajo de la biblioteca.
Ponían empeño en los talleres, en tener la biblioteca toda coqueta, bien bonito
se trabajaba, queríamos el lugar, era nuestra segunda casa”. El trabajo
desplegado en la coordinación de su región es el testimonio exacto del
entusiasmo y el amor que Tere profesa por el mundo de las bibliotecas, un amor
que supo de alguna manera transmitir a sus colegas.
En el momento en que su biblioteca entró a la Red Estatal de
Bibliotecas. Tere se convirtió en la coordinadora de la región Izúcar de
Matamoros, hecho que desencadenó un doble efecto. Por un lado, el sello impreso
por Tere a la coordinación contribuyó a que la Red marcara un antes y un
después en la historia de las bibliotecas de Izúcar de Matamoros. Por otro, su
nuevo rol de coordinadora fue el lugar ideal para que pudiera transmitir su
entusiasmo a otras personas del mundo de las bibliotecas e impulsarlas a vivir,
como ella las llama, “biblioaventuras”.
En el año 1982, la doctora Ana María Magaloni (en ese
entonces directora general de bibliotecas) y el señor presidente Miguel de la
Madrid, entre otros, empiezan a hacer las gestiones para conformar la Red
Estatal de Bibliotecas. En el año 1985 la biblioteca de Izúcar de Matamoros
pasa a formar parte de la Red: “En noviembre de ese año, le hablaron al
presidente municipal para consultarle si quería formar parte de la Red de
Bibliotecas. La condición para que se hiciera era que la Presidencia Municipal
diera un local con luz y buena ventilación, que propusiera una persona para que
fungiera como bibliotecaria y otra para realizar el aseo, y que proveyera el
mobiliario. El compromiso de la Red era otorgar los libros y los anaqueles”. A
partir de ahí, la vieja biblioteca del Club de Leones adhirió a la Red y se
inauguró la nueva biblioteca regional, con un acervo de 5 mil volúmenes y bajo
la atenta mirada del señor Moisés Fernández Cruz, por entonces presidente
municipal, en el tercer piso de la presidencia en la calle Ignacio Comonfort.
Con la entrada a la Red y la designación de Tere a la cabeza
de la coordinación en el año 1990, llegaron numerosas innovaciones que
animarían la escena bibliotecaria de la región. Una de las grandes aportaciones
de la Red Estatal de Bibliotecas fue la formación que ésta proporcionó a los
bibliotecarios. Tere afirma que “antes de la Red, la biblioteca [la que ella
atendía] era chiquita, se hacían estadísticas pero se las entregaban a una
señora que era la esposa del señor que cuidaba la biblioteca. No sé si las
mandaba a Puebla o a la Secretaría de Educación, sólo se anotaba qué libro se
entregaba y a qué personas. Todo era muy sencillo y era muy adecuado porque la
cantidad de habitantes era muy pequeña”. Con la llegada de la Red y la entrada
de nuevas bibliotecas, el número de usuarios aumentó y la Red acompaño este
cambio ofreciendo cursos de formación que respondieran a la nuevas necesidades:
“Con la Red mejoró todo, nos dieron cursos de cómo dar el servicio, cómo
acomodar, etiquetar, conocer las áreas de estudios, también cursos para el
funcionamiento de las bibliotecas, cómo manejar las bibliotecas, los talleres
de Mis Vacaciones en la Biblioteca, que constan todavía de cinco semanas entre
julio y agosto y que a los niños les encanta porque para ellos es como un
juego. En fin, toda la información de bibliotecaria la tuve por la Red”, afirma
orgullosa Tere.
Por otro lado, con la llegada de la Red se instalaron muchas
bibliotecas en la región que ahora debían entrar en contacto para optimizar sus
posibilidades de éxito. Desde su lugar de coordinadora y, con el entusiasmo que
la caracteriza, Tere empezó a tejer, poco a poco, los nudos que le darían
consistencia a la Red y que harían que cada uno de los integrantes encontrará el
sentido verdadero de mantenerse juntos. En el marco de esa iniciativa “en 1990
empiezo a citar a las demás bibliotecarias para organizar el grupo, se me
ocurrió que era más fácil reunir a todo el montón para organizar el trabajo que
debíamos realizar. Éramos doce bibliotecarias que nos organizábamos para
visitar una biblioteca todas juntas cada mes, les ayudábamos a acomodar libros,
les decíamos errores en los catálogos”, recuerda. Desde muy temprano Tere
comprendió el valor de mantenerse unidos en esta Red, no sólo por el
aprendizaje profesional sino como una manera de implicar a sus bibliotecarias de
una manera más profunda y afectiva en el trabajo, a través de la consolidación
de lazos entre ellas: “El grupo iba a todas las bibliotecas, todas dábamos ideas,
trabajábamos mucho juntas y entonces pues ya había más relación entre
nosotras”, comenta. El programa de Libros al Aire Libre fue un trampolín para
consolidar la Red ya que, aparte de permitirles ir por todas las bibliotecas de
la región para ofrecer su ayuda en cuestiones administrativas, también les
permitió reforzar lazos entre ellas: “Cuando empezó el programa de Mis Libris
al Aire Libre, les dije que lo organizaríamos, había que sacar los libros al
parque, jugar con los niños, hacer manualidades, estar con la gente todo el día
para que hubiera más vida en las bibliotecas, para que la gente que no más no
es tener libros. El programa se lleva a cabo en zócalo de la comunidad, cada
una de las doce se ocupaba de un detalle, como por ejemplo hacer publicidad
sobre nuestra presencia allí. Hacer el diario mura, atender a las personas que
llegaban, cosas con los niños. Íbamos por muchas bibliotecas y se lograban dos
objetivos: me enteraba de lo que había en las bibliotecas, problemas y todo
eso; y también llevábamos la biblioteca
afuera. A parte de todo eso, conocíamos las bibliotecas y sobre todo, nos
conocíamos entre nosotras”, sonríe. Muchas “biblioaventuras” conserva Tere de
esa época, como una sobre un grupo de muchachos que se vio seducido por las flamantes
bibliotecas: “Cuando íbamos a acomodar los libros de la biblioteca, le pedíamos
ayuda a una escuela técnica. Una vez nos mandaron ocho muchachos para
ayudarnos. Luego de un momento de trabajo, ya no escuchábamos ruidos, nos
acercamos y vimos todavía el montonal de libros [por acomodar] y el montonal de
muchachos encima leyendo plácidamente. Les tomamos fotos en ese momento que
fueron entregadas a la coordinación”, recuerda con mucho humor. Cada
oportunidad de viaje a una biblioteca, más allá de la rudeza de las condiciones
se transformaba en una fiesta: “Recuerdo otra anécdota, de cuando fuimos a San
Bartolo Cohuecan, como en el año de 1993 o 1994, un lugarcito metidito entre
Puebla y Morelos. Yendo hacía allí, llegamos a Teopan y el chofer nos dijo que
ahí debíamos bajarnos porque estaban haciendo la carretera pero que desde allí
podíamos llegar a San Bartolo. Tuvimos que caminar media hora en pleno campo
para poder llegar a la biblioteca. Era en septiembre y había flores pericón,
una amarillas que huelen mucho y con las que se hace las cruces del Día de San
Miguel. Pues entonces luego de caminar por largo rato, llegamos a la biblioteca
de San Bartolo con nuestro manojote de flores; ¡fue muy bonito!”.
Hoy los tiempos han cambiado y nuevos desafíos se presentan
a esta coordinadora. Sin embargo, el entusiasmo demostrado sigue, se inspira de
personas que la rodean y se prepara para librar nuevas batallas.
Entre los nuevos desafíos se encuentra el de motivar a
jóvenes bibliotecarios a vivir esas “biblioaventuras”, en un contexto donde
muchas cosas nos empujan a vivir de manera efímera y sin pensar en compromisos
a largo plazo, aún menos en el campo laboral. Una de las preocupaciones de Tere
hoy es que “la mayoría de las personas que llegan a bibliotecas a veces no
tiene estudios, otras tienen estudios pero no les llama la atención el trabajo,
¡entonces con esos pensamientos no se puede hacer gran cosa!”, se lamenta. A
parte de la dificultad para motivarlas, a Tere le resulta un tanto complicado
moverse en las mismas condiciones que en 1990, no sólo porque los años no pasan
en vano, sino porque los recursos económicos se han recortado y el
desplazamiento entre bibliotecas se vuelve imposible. Frente a esta situación,
Tere invita fervientemente a las bibliotecarias a acudir a la biblioteca
regional para exponer sus dudas respecto al manejo de sus bibliotecas: “Cada
mes me van a llevar las estadísticas y muy de vez en cuando voy a visitarlas.
Si tienen dudas, me las llevan y en lo que quieran yo les ayudo”.
Otro de los desafíos que enfrenta la coordinación de Izúcar
es la de la falta de adecuación del acervo de la biblioteca regional: “Ahorita
tenemos el problema de que las bibliotecas están a nivel secundaria.
Necesitamos libros a nivel superior porque en Izúcar ya hay cuatro
universidades, hay cómo seis técnicas y para esas necesitamos libros de nivel
superior. La Dirección de Bibliotecas nos dio ocho cajas de libros el año
pasado. Tenemos más de 10 mil volúmenes, pero la mayoría es de secundaria”,
afirma.
Una vieja batalla que viene librando Tere y que aún hoy es
motivo de preocupación para nuestra bibliotecaria regional: darle más
visibilidad a su biblioteca. En efecto,
desde su fundación como parte de la Red en 1985, ésta se encuentra en la
tercera planta de la Presidencia Municipal, algo que no concuerda con los
deseos de Tere: “Yo quería en planta baja porque cuando las personas pasan, si
van a tener cita en una oficina, pueden esperar leyendo un libro. Pero no he
encontrado apoyo. Desde noviembre de 1985 he insistido con eso pero hasta la
fecha ha estado ahí”. Sin embargo el anhelo de Tere pareció encontrar eco en un
presidente municipal de hace algunos años: “Él mando hacer una maqueta de la
Casa Colorada, él quería poner allí la presidencia [ahí se encuentra
actualmente] y en un constado hacer la biblioteca. Él quería hacer ahí la
biblioteca y dejar un pedacito para que los niños se sentaran a leer mientras
sus mamás están en el mercado, pero terminó su mandato y ya se dejó todo eso”.
Hoy por hoy, Tere asegura que los gobernantes “tienen otras
ideas menos acondicionar la biblioteca en planta baja”. Sin embargo, no pierde
las esperanzas: “Ya he hecho escrito, está la estación de trenes, que es un
lugar antiguo, le hice la petición a un diputado y me lo ofreció pero como se
dice por ahí ‘el ofrecer no empobrece el cumplir es lo que aniquila’ y ya no
hicieron nada”, sonríe Tere.
En la lucha entablada en favor de la mejora de las
condiciones de las bibliotecas de la región, Tere pone todo su entusiasmo, el
mismo de hace más de 20 años, aunque mucho tiempo haya pasado. En esta historia
de amor entre Tere y sus bibliotecas el hallar un motivo para seguir se vuelve
fundamental y los encuentros realizados en ese camino son un ingrediente
primordial para nutrir el espíritu de lucha. Al momento del ingreso en la Red,
Tere conoció a un presidente municipal en su ciudad que se convirtió para ella
en una fuente de inspiración importante en este camino recorrido, en el que
para muchos tomadores de decisiones invertir en bibliotecas es una pérdida de
recursos. Ese presidente municipal, el mismo que hizo construir la maqueta en
la que la biblioteca tendría su lugar en la planta baja de la presidencia,
cometió la “locura” de querer invertir en la biblioteca. “El señor Moisés
Fernández Cruz era una persona, en paz descanse, analfabeta, no tenía ningún
estudio. ¡Era una persona de campo pero mira situadito! Cuando le llevaban los
oficios, los veía así nada más y decía: ‘Se los firmo pero me esperan un
momento porque tengo que ver con calma de que se trata’. Ayudó en mucho a
Matamoros, por ejemplo, el mobiliario de la biblioteca es el mismo que está hasta
la fecha. Ningún presidente ha comprado nada desde entonces, él la acondicionó
bonito, ¡regaló varias enciclopedias! Luego de él, han pasado varios
profesionistas han pasado varios profesionistas por la presidencia y no han
regalado nada para la biblioteca. ¿Cómo es posible que una persona que no tiene
preparación se preocupe más por la educación que los que están de
profesionistas?”, afirma Tere entre sorpresa y enojo.
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María Teresa Ruvalcaba Bazán. Foto: Archivo Izúcar Mx 2014. |
El entusiasmo de nuestra coordinadora/bibliotecaria se ha
visto, en efecto, teñido por muchas emociones que la han acompañado a lo largo
de todos estos años de trabajo en bibliotecas. Cuando de poner nombres a todo
eso se trata, Tere afirma que la biblioteca “es mi forma de vivir, yo la
quiero, amo mi trabajo”. Luego de haber escuchado tanto logro, tanta lucha,
tanta emoción, tanta caída y vuelta a levantar, se podría concluir que la de
Tere con sus bibliotecarias es una historia de amor. Una historia en la que de
primeras llega la idealización, luego el enamoramiento, luego el conocimiento y
la conciencia sobre el objeto de amor. Esta conciencia es la que permite
entender que sin trabajo y energía, el amor – o la biblioteca - no se salva y
esto no sólo entre los cuatro muros de la casa, sino también frente a los
otros, a los que no creen, aquellos a los que de alguna manera uno debe
convencer de que este amor sí vale la pena.
Después de muchos años de lucha, compromiso y recompensas,
la energía para seguir continúa viva, cansada, pero viva al fin y lista para
seguir alimentando esa llama y llevarla hasta las últimas consecuencias. Quizás
la biblioteca llegó a la vida de Tere del mismo modo en que un amor llega a
reemplazar algo que partió.
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